Descripción
Se dice que una imagen vale más que mil palabras. No es el caso de Daniel Durand en cuyos versos las imágenes más prosaicas y menos memorables cobran una nitidez y un brillo que casi obliga a rememorarlas. Poesía valiente, incómoda y provocadora, en las antípodas, y no sólo metafóricas: ya en su madurez rompió con todo y vivió algunos años en Filipinas, del poeta profesor. Poesía social también, que se revuelve contra la poesía social, que cuenta lo que pasa sin aspavientos, pero sin morderse la lengua ni idealizar la realidad. Poemas que cuestionan el yo o rememoran la infancia sin sentimentalismo, con toda su crueldad, ternura y su candor. Esta antología pretende mostrar la obra amplia y variada de este aventurero de la palabra, que, sin forzar el lenguaje, con pasmosa claridad, encuentra lirismo allá donde otros sólo verían fealdad o escombro
Va una muestra:
Pequeña botella de vidrio
La rueda de un auto
que estaciona despacio marcha atrás
muerde una botella de vidrio
tirada en la cuneta, que no aguanta
y sin que nadie se dé cuenta,
sofocada por la goma, cede,
cruje y se quiebra en muchas partes.
Luciérnagas de febrero
Las luciérnagas son una pija en cualquier poema, cualquiera que pone luciérnaga en un texto es un quemeitor, pero esa noche del apagón de luz que duró seis días, el once estuvo de fiesta, la policía no andaba y las putas, para que las vieran los clientes, salieron a trabajar con linternas, estaba re bueno, y así te llamaban, haciendo pestañear unas linternas pequeñas de colores, yo iba caminando para once por La Rioja el jueves como a las dos de la mañana y veía para adelante un montón de linternas pestañeando: las putas de este barrio, luciérnagas de febrero.