Descripción
Mónica Alía atiende a la anatomía del animal que protagoniza sus versos, y más allá de toda conceptualización, a partir de su imagen -de fragmentos de esa imagen- engendra otras: el látigo, el sable, la balanza. El cuerpo, he aquí el proceso, responde en principio a una imagen más o menos diáfana. Y sin embargo, a veces, de un verso a otro, estas imágenes se contorsionan hasta desimaginarse: recordemos aquella “espuma de hoz” tan visual como inconcebible. Hay, por tanto, dentro de cada poema, un viaje que es el del mismo poemario: el esfuerzo por alcanzar una abstracción del cuerpo, o mejor dicho, su imaginación en una imagen improbable pero certera. “El camaleón, convertido en junco,/fluye en fuego elástico”. El cuerpo es una imagen, sí, pero una imagen con textura.
IGNACIO PABLO RICO