Descripción
Los relatos, poemas y fotografías de Impredecible Niebla no postulan nada. Dios lleva mucho tiempo muerto, y la transmigración de su alma parece haberle llevado muy lejos de aquí. La ironía devora el sistema y su entorno, y el antiguo melodrama ha conseguido convertirse en otra muestra del mejor sarcasmo. Hay en el libro remordimiento, tiranía y soledad, aunque los ultracuerpos que protagonizan la segunda parte del libro nos recuerdan que la vida no sería nada sin ellos. Y sin amor, deseo, ambición, fe.
“Hace ya un tiempo que me junto con ella en la casa en ruinas. A la vivienda, donde decía padre que hubo un cine de sesión doble y unos gitanos montaban cada Navidad el tren de la bruja, vino ayer un chucho marrón con botas blancas y el hocico casi plano, ni ladraba, sofocado y con los ojos pelados y las pupilas así, dilatadas. El perro se plantó allí y empezó a husmearnos, y ella –que siempre viste prendas de otro tiempo-, calló hasta que dijo: quién es dueño de lo que decimos.”