Descripción
Buscamos y buscamos verbalizar la vida. Un impulso secreto nos empuja a ello. Con palabras tratamos de reducir la experiencia a imagen, a narración, a intuición de la esencia. Perseguimos lo inalcanzable. Trazar el perfil de una angustia. Dominar los latidos del corazón. Multiplicar el pálpito de una emoción. Confesar nuestro goce, nuestra deuda, nuestro dolor. Dar gracias por lo recibido, aunque nos parezca inmerecido. Desafiar a dios y a los dioses, e inclinarse ante esos pocos hombres y mujeres que tienen, para nosotros, el valor de lo sagrado.
Eduardo enuncia sus poemas como el otro lado de su propia vida. No se despega de ella, la interpela, la canta, la oculta, la sugiere, la invalida y le da nuevo curso. De pie frente a ella, la reconoce como el todo. No tenemos otra cosa. No hay más allá ni más acá, todo sucede aquí y ahora. Materialista confeso, creyente del evangelio de la carne, consciente de que ésta es nuestra única vida, Eduardo aspira a celebrar el rito del instante y la palabra.